Fragmentos del emblemático anfiteatro se encuentran repartidos en lugares inesperados de la ciudad eterna, revelando episodios poco explorados de saqueos y reutilización

La imagen icónica del Coliseo Romano, aunque admirada por millones, evidencia la falta de parte de su estructura, lo que despierta la curiosidad de quienes lo visitan. Conocido como Anfiteatro Flavio en la antigüedad, el Coliseo representa el poder y la destreza de la ingeniería romana y fue, en su época, uno de los mayores centros de espectáculos del mundo antiguo.
Su construcción se inició en el año 70 d.C. durante el gobierno de Vespasiano, sobre el antiguo lago artificial de la Domus Aurea de Nerón, como acto simbólico para devolver el terreno al pueblo. Tito, su hijo, concluyó la obra, inaugurándola en el año 80 d.C. con 100 días de juegos y combates de gladiadores. El Coliseo, con un aforo estimado de 50.000 personas, contaba con tres niveles de arcos de travertino y una sofisticada red subterránea conocida como hypogeum, utilizada para dar acceso a gladiadores y animales a la arena mediante montacargas.
El comienzo de la ruina: terremotos y abandono
Durante más de cuatro siglos, el anfiteatro sirvió como escenario de cacerías, batallas simuladas, ejecuciones públicas y legendarios combates de gladiadores. Sin embargo, tras la caída del Imperio romano, dejó de ser centro de espectáculos y se fue deteriorando por desuso.

El episodio clave que dio forma a la imagen actual del Coliseo ocurrió en 1349, cuando un violento terremoto, cuyo epicentro se situó en los Apeninos, causó el colapso masivo del anillo exterior, sobre todo en el lado sur del monumento.
Investigaciones geotécnicas citadas por National Geographic explican que la gravedad de los daños se relaciona con las condiciones del terreno: mientras el norte se apoya sobre grava compacta, el sur descansa sobre suelos aluviales blandos, que intensificaron el efecto destructivo de las ondas sísmicas.
El Coliseo como cantera de Roma
Tras el gran terremoto, el Coliseo inició una larga etapa de abandono y sufrió múltiples saqueos. Durante siglos, el monumento sirvió como cantera urbana: sus robustos bloques de travertino y otros materiales se arrancaron para ser reutilizados en la construcción de edificios emblemáticos de la ciudad, como la Basílica de San Pedro en el Vaticano y el Palacio Barberini, así como en puentes y murallas. Gran parte de lo que falta del Coliseo aún hoy puede reconocerse en diferentes rincones de Roma.

Los primeros intentos de restauración y conservación
No fue hasta el siglo XIX cuando el Coliseo comenzó a recibir la atención necesaria para su preservación. Históricamente, incluso se llegó a proponer su transformación en fábrica de lana, como sugería el papa Sixto V. Sin embargo, serían otros pontífices como Pío VII y Pío IX quienes impulsaron las primeras tareas de restauración y consolidación con el objetivo de evitar el colapso definitivo.
Durante el siglo XX, bajo el gobierno de Benito Mussolini, el Coliseo se empleó como símbolo del esplendor imperial y se promovieron nuevas restauraciones, especialmente orientadas a recuperar el hypogeum. Entre 2013 y 2021, se destinaron más de 40 millones de euros a una ambiciosa campaña de restauración, según National Geographic.
El Coliseo y el legado disperso de sus piedras

Actualmente, el Coliseo Romano recibe unos 13 millones de visitantes cada año. Lo que muchos desconocen es que fragmentos de este monumento histórico forman parte de diversos edificios y monumentos de la ciudad, plasmando una historia de destrucción, reutilización y conservación a lo largo de los siglos. La imagen incompleta del Coliseo es resultado de la acción combinada de la naturaleza, la reutilización de sus materiales y el esfuerzo continuo por preservar un legado único en el mundo.
Así, el Coliseo sobrevive como testigo de la capacidad de adaptación de Roma, en una metamorfosis que transforma cada piedra de su estructura en parte de un relato mayor que sigue sumando capítulos a la historia de la humanidad.